Unión. Reflejo de vida
- ctinatrenado
- 27 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 jun 2020
En un mundo dónde, los seres humanos somos más humanos gracias a la conexión con otros seres humanos. “Necesitamos la proximidad y el contacto con nuestros congéneres, para que esa sensación de unión y apoyo, nos haga segregar las endorfinas que nos relajan y estimulan nuestro sistema inmunitario” (Dunbar, 2011). La actual restricción del contacto físico, hace aún más palpable la importancia de la cercanía y la unión social.
Somos conscientes, hoy más que nunca, de que lo que hacemos, no sólo tiene consecuencias para nosotros, sino que repercute inevitablemente en los demás. La investigación ha demostrado, que las personas socialmente integradas sobreviven mejor. Por el contrario, el aislamiento social, trae consigo emociones negativas que dañan el sistema inmunitario, afectando así la supervivencia. Dada la limitación actual en los contactos directos, esto ha dejado en evidencia la importancia de nuestro grupo social primario o quizá las carencias del mismo. Según Jim Rohn, somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. Así que, ¡elígelas bien!
Es curioso, pero todo lo que está en nosotros, está también en nuestro entorno. El mundo es un espejo de cada uno con nuestras virtudes, pero hay siempre una parte oculta, lo que no decimos… nuestros miedos, debilidades y carencias. Esto a veces, es lo que proyectamos en los demás. Así pues, las relaciones con los demás son en parte, un reflejo de lo que somos. Para no vivir en el engaño, hemos de tomar conciencia de que todo lo que vemos y sentimos en este mundo, es parte de nuestra propia interpretación.
Ansiamos pertenecer a grupos, en los que percibimos la posibilidad de alcanzar nuestras metas y objetivos. Pero al mismo tiempo, nuestra actividad debe contribuir y reforzar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros.
Nadie nace con valores y opiniones, sino que aprende a emitir juicios a través de la experiencia, imitando, copiando, observando lo que hacen nuestras personas de referencia. De esta forma, lo que oímos en boca de otros puede convertirse sin más, en una idea propia. Hoy más que nunca, se hace necesaria la imparcialidad, para no contribuir a la intoxicación de la mente con ideas cerradas. Estamos en la obligación de buscar datos, verificar y complementar la información que nos llega, y solo entonces valorar, en lugar de absorber sin profundizar.
Otra cualidad necesaria ahora, es la ecuanimidad, referida a mantener una actitud equilibrada y estable más allá de las circunstancias que nos rodean. Es una virtud que pocos individuos poseen y ponen en práctica. No se debe confundir con indiferencia ni ausencia de reacción, lo que realmente nos proporciona, es no caer en una reacción automática y ciega, evitando así, respuestas extremas y poco adaptadas a la realidad.
¿Y qué nos ha pasado?
Se apagaron los humanos y se encendió la naturaleza. ¿Por cuánto tiempo?
Teníamos la esperanza de que la gente se uniera y empezara a mover el mundo de otra manera. Sin embrago, nos hemos encontrado de cara, con que no somos más que un “grupo” de individuos en busca de riqueza y estatus. Éstos, en su mayoría no conciben los problemas como algo compartido, ni la sociedad como motor de cambio. En nuestro caso, esto se puede explicar en parte, por el individualismo característico de los países de Occidente.
Antes del Covid-19, nos preocupaba el cambio climático, a unos más que a otros, claro está. Se podría decir, que ambas cuestiones se pueden combatir de manera similar. Y ésta no es otra, que con una cantidad descomunal de cooperación global.
Sin cooperación, la sociedad no avanza. Debemos pues, aprender a colaborar por motivaciones racionales, buscando el bien común, dejando de lado el egoísmo, ya que nos enriquecemos unos de otros.
Y es una lástima, porque después de todo, no creo que estemos preparados.

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