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Motivo para ser.

¿Se puede perder lo que nunca se ha encontrado? ¿qué mueve tu mundo?

Estamos rodeados de frases inspiradoras, del tipo “todo es posible si crees en ello”, en algunas ocasiones hasta el aborrecimiento, pero que nos sirven para reflexionar, e incluso a veces, las adoptamos como guías de vida.

¿Pero realmente funcionan?

Estos mantras no siempre son suficientes para hacer surgir y preservar la motivación en el tiempo. Obviamente, por muchas frases que conozcas, leas o memorices, de nada te servirán si no se complementan con cantidades ingentes de esfuerzo y transpiración. Sabes que nada cae del cielo, salvo la lluvia y hoy día hasta eso está complicado.

Un estudio publicado en la revista americana Europe´s Journal of Psychology, dirigido por Jesús Alcoba, evidencia un incremento estadísticamente significativo de la fuerza de voluntad en personas expuestas a frases motivadoras antes de afrontar un reto. Gracias a su estudio, Alcoba comprobó que estas citas producen beneficios no solo porque incrementan la fuerza de voluntad, sino que pueden contrarrestar su pérdida.


Si lo que quieres es tener voz propia y autenticidad, mejorar personal y profesionalmente, la clave está en la motivación. La motivación es uno de los aspectos psicológicos que se relaciona más estrechamente con el desarrollo del ser humano. Es la energía psíquica que nos impulsa a emprender o sostener una acción o una conducta. Nos permite crear hábitos, intentar cosas nuevas, mantener el esfuerzo en alguna tarea que consideremos gratificante o productiva, e incluso es necesaria para satisfacer determinadas necesidades fundamentales. Así, cuando ésta se desvanece acabamos por abandonar lo que habíamos iniciado. Podemos distinguir distintos tipos de motivación:

  • Motivación primaria: se refiere a las necesidades biológicas, importantes para sobrevivir. Son innatas.

  • Motivación secundaria: se basan en las primarias, pero son adquiridas por el aprendizaje y la experiencia.

  • Motivación intrínseca: surge del interior de la persona con el fin de satisfacer deseos no materiales, como la autorrealización y el disfrute de una tarea por el mero hecho de hacerla.

  • Motivación extrínseca: se refiere a los comportamientos que están provocados o guiados por recompensas externas, como el dinero, ascensos laborales, la popularidad, halagos o el reconocimiento social. De igual modo, al evitar castigos o situaciones negativas, estaríamos hablando de este tipo de motivación.

A la hora de comprender la motivación es preciso introducir el concepto de homeostasis. La homeostasis fue definida por Walter B. Cannon en 1933, como la tendencia general de todo organismo al restablecimiento del equilibrio interno cada vez que éste se ve alterado.

Desde un punto de vista psicológico, estos desequilibrios internos serían las necesidades. La vida de un organismo consistiría en la búsqueda constante de equilibrio entre las necesidades y su satisfacción. Toda acción tendente a procurar este equilibrio es una conducta y la motivación se nutre o existe de esa imperiosa necesidad de volver al equilibrio.


En el proceso motivacional intervienen varios determinantes (internos y externos), que pueden actuar solos o conjuntamente, y nos pueden ayudar a entenderlo. La interacción social es uno de los más importantes, pues está comprobado que la interacción entre las personas tiene un efecto motivador. La influencia del grupo nos puede llevar a aceptar una situación determinada, o la influencia que ejercen las figuras de autoridad que nos motivan a obedecer. Distinguimos entre dos factores que pueden actuar como detonantes de la motivación:

- Factores internos: herencia (genética), homeostasis (equilibrio del organismo), crecimiento potencial y procesos cognitivos, que actúan como impulso.

- Factores externos: aprendizaje, hedonismo (tendencia al placer) e interrelación social que actúan de propulsión en el comportamiento.


El estudio de la motivación se ha abordado desde gran variedad de enfoques y teorías. Un aporte importante a la teoría de la motivación se desprende de la obra de Sigmund Freud. Quién propuso que la motivación se basa en la satisfacción de los impulsos instintivos inconscientes. Freud utilizó el concepto de energía para explicar la conducta. En este complejo motivacional, propuso la existencia de tres tipos de instintos: instinto de vida o sexual, que tiene que ver con el mantenimiento y la transmisión de la vida a las siguientes generaciones; instinto de muerte, que tiene que ver con la manifestación de impulsos agresivos y destructivos; instinto del yo o de la auto-preservación, relacionado con la defensa y la conservación, una clasificación que cambiaría posteriormente.


Otra aportación interesante a la teoría del impulso tiene que ver con los trabajos de Hull (1943), basados en los conceptos de motivación y de aprendizaje. Con influencias de Watson y Thorndike, gracias a las repercusiones de la ley del efecto, en la medida en que las asociaciones estímulo-respuesta, que son el elemento básico para entender el aprendizaje, resultan más intensas y duraderas si van seguidas de una consecuencia satisfactoria para el individuo (refuerzo). La potencia de la motivación se reafirma con el deseo y la gratificación: cuando algo que hacemos es gratificante, es más probable que lo hagamos de nuevo.


Siguiendo la perspectiva de la motivación de logro. Existen tres teorías que se consideran las primeras aproximaciones al desarrollo de la motivación de logro: taxonomía de necesidades de Murray, la jerarquía de necesidades de Maslow y el modelo clásico de motivación de logro de Atkinson y McClelland.


Murray fue uno de los primeros teóricos en introducir el concepto de necesidad en el ámbito de la motivación. La necesidad de logro fue definida por Murray como la tendencia a "conseguir algo difícil, [...] superar obstáculos y alcanzar un alto estándar, superarse a sí mismo, [...] mejorar la propia imagen a través del ejercicio exitoso del talento" (Murray, 1938). Otra aportación fundamental de Murray fue la creación de un instrumento que le sirvió de base para la identificación de las necesidades: el Test de Apercepción Temática. Este instrumento constaba de una serie de láminas con figuras ambiguas, a partir de las cuales los individuos desarrollaban historias. El análisis del contenido de dichas historias aportaba gran cantidad de información y revelaba distintas necesidades o motivos, lo que permitía su identificación y evaluación.


El concepto de necesidad, en definitiva, define las dos dimensiones principales de la motivación, ya que orienta a la ejecución de una conducta determinada “necesidad de algo” y es responsable de la intensidad y duración de la misma, por el diverso grado de necesidad que se tenga.


No obstante, no todas las necesidades tienen igual poder motivador, por eso, hay autores que han establecido una organización de las mismas. Una de las teorías sobre motivación más conocida por todos, es la pirámide de necesidades de Abraham Maslow, 1943. La Jerarquía de Maslow plantea que las personas se sentirán más motivadas por lo que buscan que por lo que ya tienen.

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Maslow defendió que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos más elevados. Podemos diferenciar entre necesidades primarias de base “deficitarias” se refieren a una carencia a satisfacer para evitar consecuencias o sentimientos displacenteros. Por otro lado, las necesidades de “desarrollo del ser” hacen referencia al quehacer del individuo, al deseo de crecer como persona.

En general, como señala Maslow "la mayor parte de los miembros de nuestra sociedad están al mismo tiempo parcialmente satisfechos e insatisfechos en todas sus necesidades”.


Atkinson y McClelland fueron los primeros autores en desarrollar una teoría sobre motivación de logro, concretamente una teoría de la expectativa-valor. Este modelo teórico asumía que todos los sujetos tienen dos motivos, uno de aproximación al éxito y otro de evitación del fracaso, que entran en conflicto cuando el sujeto se enfrenta a una situación (Atkinson, 1964, 1966). Además, McClelland señala que existen tres motivaciones particularmente importantes: la necesidad de logro, la de afiliación y la de poder.

Por último, otra perspectiva teórica en el estudio de la motivación de logro, se basa en las atribuciones. Weiner (1974), definió las atribuciones como explicaciones de los éxitos y los fracasos, explicaciones causales de los resultados.

Todos, en algún momento, interpretamos el comportamiento propio y el de los demás. La teoría de la atribución causal propone que distinguimos las causas en función de tres dimensiones bipolares: estabilidad, controlabilidad y locus de control (lugar de causalidad).

Entonces, según la causa sea interna o externa al observador (Lugar de causalidad), estable o inestable en el tiempo (Estabilidad) y controlable o incontrolable por alguien (Controlabilidad). Así, el locus de control se relaciona con sentimientos del ego (autoestima y orgullo); la estabilidad de la causa influye en el cambio o mantenimiento de las expectativas de logro futuro, desarrollando sentimientos de esperanza/desesperanza; la controlabilidad de la causa genera emociones de relación social, dirigidas hacia sí mismo (culpabilidad, vergüenza) o hacia los demás (compasión, ira).

Las características de la atribución causal y las consecuencias psicológicas experimentadas (expectativas y emociones) tienen claras repercusiones motivacionales que influyen en el modo de afrontamiento por parte del sujeto en tareas futuras.


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“… la investigación ha mostrado que son cuatro factores percibidos como principales responsables del fracaso y del éxito, la capacidad, el esfuerzo, la dificultad de la tarea y la suerte” (Weiner, 1974).

Esto quiere decir que, si un individuo logra el éxito el resultado se atribuye a la alta capacidad, a mucho trabajo, a la facilidad de la tarea o a la buena suerte. De un modo similar, un fracaso se imputa generalmente a la poca capacidad, a la falta de esfuerzo, a la dificultad de la tarea o a la mala suerte.

En definitiva, es importante que las motivaciones principales sean intrínsecas y que los motivos que nos muevan sean personales. Hemos de trabajar la automotivación que uno mismo genera, sin ayuda e influencia de nadie. Es la fuerza que nos llevará a la confianza en nosotros mismos, a la autoestima, el equilibrio mental, el autocontrol, la iniciativa y el entusiasmo en la persecución de nuestros objetivos. Todo esto nos permitirá no caer en el autoengaño o conflicto de intereses de lo impuesto desde fuera. Igualmente, debemos ser conscientes de que no todo sale como es planeado y debemos estar preparados para enfrentar posibles obstáculos.


La motivación da sentido a la vida, escoge un motivo para ser partícipe de las decisiones, acciones y pensamientos que quieres tomar. Decide actuar y hacer valer tus ideas y sueños, decide vivir por elección propia y no por azar.

Pregúntate: ¿Cuál es tu motivo o motivos para no perder la motivación? ¿Cuánto esfuerzo y tiempo estas dispuesto a prestar? ¿Cuántos obstáculos te propones superar?

Vuelve a mirar, busca dentro de ti, solo debes encontrarla y sacarla a pasear ahí fuera. Proyecta tu luz. Esa marca impresa en tu forma de hacer las cosas será tu mayor satisfacción y legado.


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