En Movimiento. Acción o Reacción.
- ctinatrenado
- 12 jun 2020
- 5 Min. de lectura
Se acerca la “nueva normalidad”, que se parece bastante a la normalidad de siempre, salvo por las mascarillas, la escasez de besos y abrazos y el constante olor a alcohol y lejía. Volvemos a la sociedad consumista, de competir, de aparentar una vida escaparate, “lo quiero todo y lo quiero ya”. El mercado ha sabido sacar partido a nuestra búsqueda incesante de la satisfacción y el bienestar inmediato. Y ojo, no quiero insinuar con esto que recompensarte y darte gusto sea algo malo, ni mucho menos. Sin embargo, a veces se nos olvida el valor del esfuerzo y el persistir en un largo e incierto camino que en ocasiones nos traerá mayor gusto, dejándonos llevar sin más por el placer seguro e inmediato. Es importante tener presente, que hasta el camino más largo comienza con el primer paso. Y este primer paso, es precisamente, el que algunas personas no son capaces de dar por si solas, y en ciertos casos nunca lo hacen.
Es bien conocido el refrán que dice; “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Y aún es más conocido el hecho, de que ese mañana nunca parece llegar. Esto se conoce como procrastinación, y no se trata de ningún trabalenguas, es tan habitual como difícil de pronunciar. Consiste en aplazar las tareas o decisiones necesarias, y en su lugar hacer algo que nos produzca una satisfacción inmediata. En general, estas conductas se asocian a tareas o decisiones que percibimos como desagradables o incómodas. Es la distancia entre lo que tenemos intención de hacer y lo que de verdad hacemos. La decisión de hacer algo ahora o dejarlo para más tarde resulta de una lucha interna de motivaciones. No debemos tomarlo a la ligera, ya que entre sus consecuencias más negativas podrían estar peores notas en los estudios, salarios más bajos, mayor desempleo, mayor estrés, problemas mentales y peor salud en general.
Siendo sinceros, ¿quién no ha procrastinado alguna vez? Procrastinamos continuamente. Os suenan estas expresiones: ¡de mañana no pasa!, ¡el lunes empiezo!, ¡ya con la hora que es, mejor mañana!, ¡cuando tenga dinero...!, ¡cuando los niños crezcan!, y así sucesivamente. Lo aplicamos a la revisión del coche, dejar de fumar, estudiar, empezar a comer sano, una revisión médica, hacer ejercicio, llamar a un familiar, lo que te gustaría decir y nunca dices, odias tu trabajo pero permaneces en él, quieres dejar a tu pareja pero te comprometes cada vez más, etc. Hasta para responder un whatsapp o un email, ¿en serio?, está en nuestro ADN, de esta no hay quien nos libre.
Y pasan los días o semanas, que paulatinamente se convierten en meses o incluso años. Nos ponemos excusas “falta de tiempo” o “no es el momento adecuado”. Eso que dejamos en “stand-by”, espera o reposo, mientras vemos la temporada completa de una serie de netflix, no desaparece por arte de magia. Caemos en el autoengaño que al final nos deja en la estacada, y surge entonces el pensamiento contrafáctico del “y si...”, miles de desenlaces posibles de lo que pudo ser y no fue: “y si lo hubiera hecho la semana pasada”.
El peso de todo esto en tu caso, dependerá de lo importantes que sean esos peldaños no subidos o demorados para continuar tu camino.
Dejar las cosas para el último momento y luego sufrir por ello, es habitual. Ya en 1927, Bluma Zeigarnik descubrió que las personas que no habían terminado una tarea tenían un recuerdo más nítido y persistente de la misma, que los que sí la concluyeron. Se denominó efecto Zeigarnik, a esa tendencia a recordar mejor una tarea pendiente e incompleta que nos preocupa, frente a una terminada que ya deja de perseguirnos y mortificarnos.
Esa discusión constante entre el deseo primario de recompensa rápida y la inhibición del impulso por conquistar metas más altas, supone todo un despliegue de competencias para cada uno de nosotros, que a lo largo de los años podemos ir desarrollando a nuestro antojo. Aquí pueden estar influyendo cuestiones como el valor personal que le damos a esa tarea o meta, nuestra constancia y disciplina, la gestión del tiempo, así como la capacidad de planificación y el hecho, no menos importante, de anteponer el miedo al fracaso y ni siquiera intentarlo. Bueno, pues parece que este asunto es más complicado de lo que parecía, es como caer en arenas movedizas y al intentar salir, descender hasta las profundidades.
Continúa la lectura, no vayas a caer en…
Muchos han tratado de dar explicación a este comportamiento que te impide cumplir tus responsabilidades a tiempo. En la década de los setenta Walter Mischel, sentó las bases de la investigación sobre demora de la gratificación a partir del conocido “test de las golosinas”. La situación experimental enfrenta a los sujetos ante elecciones reales entre premios disponibles de inmediato o recompensas más valiosas pero demoradas, considerándose la inclinación del sujeto por la elección demorada, como índice de su conducta de autocontrol. Los resultados de este estudio pusieron de relieve que los niños que más autocontrol habían demostrado en su infancia, eran los que al entrar en la treintena presentaban mejores indicadores. Es decir, tenían mejor salud, más éxito económico y laboral y menos problemas con la ley.
En general, los que eligen esperar por metas mayores obtienen puntuaciones más elevadas en control del yo y cuentan con recursos que los hacen ser más competentes y adaptables (Funder, Block y Block. 1983: Miscliel, 1983: Miscliel, Slioda y Peake, 1988: Rosembaum y Sniira. 1986).
La evidencia sugiere que el individuo que percibe tareas como interesantes, importantes o útiles muestra mayor disposición para su realización. Mientras que una menor motivación por efecto de menor valoración de la tarea o sus efectos, se asocia con mayor procrastinación (Balkis & Duru, 2007; Faruk, 2011; Ferrari, Parker, & Ware, 1992).
En este punto, es preciso definir algunos conceptos como el autocontrol y la autorregulación. El autocontrol es la capacidad consciente de regular los impulsos de manera voluntaria, con el objetivo de alcanzar un mayor equilibrio personal y relacional. Nos permite manejar nuestras emociones y regular nuestro comportamiento. Ese control no quiere decir supresión, sino comprensión, para transformar la situación en nuestro beneficio.
La autorregulación es innata e involuntaria, propia del organismo. Puede entenderse como la capacidad para dirigir la conducta y persistir en ausencia de una gratificación inmediata. Esto implica la gestión de emociones para lograr nuestros objetivos. En ausencia de esta modulación, la probabilidad de conflictos y en general de conductas desadaptadas tiende a aumentar. De esta manera, la impulsividad se convertiría en el epicentro de todo un esquema de funcionamiento de autocontrol insuficiente por el que las personas tienden a hacer, decir o tener todo lo que quieren inmediatamente (Young et. al, 2013).
En suma, el autocontrol nos empuja a hacer algo que a priori nos parece desagradable y pesado, pero que será bueno en el futuro. Mientras, la procrastinación nos impulsa en dirección opuesta, hacia la satisfacción instantánea.
Cabe plantearse si merece la pena esperar y enfrentarse a esas cuestiones que en cierto modo nos estresan e incomodan, ya que ha quedado demostrado que en ocasiones han traído beneficios, pero ¿cómo saber si hacemos lo correcto? Es innegable que tanto la resistencia a los impulsos como la tendencia a buscar la satisfacción forman parte de nuestra naturaleza humana. Nadie te obliga a marcarte un objetivo u otro, cada cual tiene sus prioridades y motivaciones, lo que me mueve a mí puede no ser suficiente para ti. Es importante conocernos, saber qué queremos y preguntarnos a nosotros mismos, para no convertirnos en meros robots predecibles, sin rumbo y significado. ¿Qué es acción? Es tomar una decisión consciente y meditada, libre del automatismo que conlleva la simple reacción. Nadie más tiene la respuesta.
Rafael Santandreu en su libro, "Las gafas de la felicidad", remarcaba dos normas básicas para el éxito. La primera norma era, acabo lo que empiezo y la segunda, hago lo que he dicho que voy a hacer. Y así, sin darte cuenta, en vez de escribir en tu agenda o alarma de móvil lo que tienes que hacer, HAZLO, y desaparecerán las preocupaciones y seguramente ganarás más tiempo libre. Os contaré un secreto, cuando al final lo haces y te sale bien, es doblemente gratificante.

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